Mi historia (III): tercer aborto

El pasado mayo 2015 pasé por mi segundo aborto. Esta vez fue un aborto diferido en la semana 12 con legrado.

Mi ginecólogo me mandó algunas pruebas de coagulación y de inmunología, todo parecía estar bien. Ningún valor salía alterado. Así que cuando pase por dos reglas lo volvimos a intentar y en el primer intento volví a quedarme embarazada. Ya me habían dicho por activa y por pasiva, mujer legrada mujer embarazada.

Fue a finales de septiembre cuando me enteré del nuevo embarazo. Decidimos cambiar de ginecólogo y probamos con otro que nos atendió en el primer aborto, cuando fui a urgencias. Este me pautó aspirina y progesterona en la consulta que tuve al tener la falta. En ese momento en la ecografía se veía el saco ya, a pesar de estar solo de 5 semanas.

Ibamos con mucho miedo y con mucha cautela, aquella inocencia e ilusión de tener un bebé se había esfumado de repente.

Casi no se nombraba el embarazo en casa y prácticamente no comentaba nada con mi familia, era como si no estuviera ahí.

Como en el anterior embarazo ya tuve tripita, en este enseguida asomo el meloncete. Y además, la progesterona hacía que mi cuerpo estuviera hinchado.

Las siguientes ecografías fueron bien, a la semana 6 ya le vimos latido. En la semana 8 todo iba bien también, sólo era un poco más pequeño, igual que la otra vez, pero como siempre no le dieron importancia.

La siguiente ecografía sería la de las 12 semanas pero yo sabía que no podía aguantar y volverme a encontrar lo mismo. Así que pedimos una eco a las 10 semanas.

Cuando llegó ese día, ibamos aterrorizados. Lo peor fue cuando en la eco nos volvimos a encontrar con lo mismo. A nuestro bichito se le había parado el corazón.

Esto era el día de la marmota, todo se volvía a repetir. Yo ya no tenía lágrimas, me quedé vacía.

Miles de preguntas tenía en mi cabeza. ¿Por qué yo? Y sólo una respuesta por parte del ginecólogo, es mala suerte.

Volví a pasar por otro legrado pero esta vez me permití llorar un día, tuve que hacer de tripas corazón y no hundirme. Y que mi marido no fuera detrás.